En todas las tradiciones existieron enseñanzas dirigidas al cultivo de nuestra sabiduría esencial. Podría decirse, como esa tercera observación que en yoga llamamos la Inteligencia más profunda. En la postura más básica de la práctica de yoga, como nos refiere el maestro Iyenga, podemos experimentar los tres niveles de la búsqueda: la búsqueda externa que reporta firmeza corporal, la búsqueda interna que reporta inteligencia y la búsqueda más interna que reporta benevolencia de Espíritu.
Como seres humanos podemos entrenarnos en las actitudes Mindfulness, en la compasión, en la responsabilidad, en la empatía, en el silencio interior. Cuando incluimos estos valores en la educación junto con un buen aprendizaje emocional y social generaremos individuos más felices y comunidades menos debilitadas y mucho más prósperas.
Nos educan para conformarnos pero han olvidado educarnos para conocernos. “Conócete a ti mismo”, anotó Aristóteles hace cientos de años. Y no dijo conoce al prójimo o conoce el mundo, sino conócete a ti mismo. ¿Pero desde donde se nos ofrece la posibilidad para este conocimiento?
Todos nacemos con unas fortalezas únicas y especiales, que tristemente en muchos casos quedan obviadas y silenciadas sin darnos cuenta de este gran tesoro que vive en el interior de cada uno. Gozar de la oportunidad de poder desarrollar este tesoro evitaría mucha confusión a la vez que se convertiría sin duda en fuente de florecimiento y felicidad.
Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, aboga y apoya lo que él define nuestros “super poderes” defendiendo el reconocimiento y el cuidado de nuestros valores. Enseñanzas que considero convendrían ser propiciadas desde la infancia.