Una vivencia que se expresa hacia un momento de quietud conmigo misma reflejando en lo estático y en el movimiento la incorporación de la sensibilidad y el silencio.
Un momento de armonía conmigo misma expresando con mi postura la caricia al movimiento, la delicadeza de mi presencia y la percepción acertada.
Una práctica desde un movimiento que revela mi encuentro con la vida en armonía desde la confianza y la aceptación.
Un movimiento que expresa que la resistencia solo trae torpeza, que la negación portea obstáculos en la vivencia.
Una práctica desde el sentir más profundo y más sabio que sabe que algo más grande opera en mí y que trasciende mi propia personalidad.
Un Yoga que me invita a profundizar y a encontrar aquello que permanece en mí más allá de lo que creo ser. Un Yoga que me entrena cada día en estar con lo que me toca estar desde la aceptación y desde el más profundo discernimiento.
Una práctica que acaba encontrándose magistralmente, tal como lo hace la hoja del árbol que cae de forma natural por su propio peso, sin esfuerzo, en el eterno ahora, en el eterno presente.