Hemos confundido el concepto convivencia con la ausencia de violencia. Demos ese paso más, y vayamos a la profundidad que requiere que como adultos nos comprometamos a desarrollar en nuestros jóvenes, en nuestros hijos y en nuestro alumnos, el respeto a la dignidad de otras personas, que les ayudemos a desarrollar la capacidad de interactuar desde el reconocimiento de los derechos y deberes del otro, evitando la violencia. No confundamos la convivencia con pretender tener jóvenes dóciles, dormidos, obedientes o calladitos.
Enseñémosles la convivencia, conviviendo de manera consciente y presente. Instruyámosles en la inteligencia del autoconocimiento, jóvenes que aprenden a trabajar su autoestima, que se valoran, se conocen, se enriquecen y desde ahí son capaces de fomentar la resiliencia y aprenden a gestionar sus conflictos. Vayamos a una segunda inteligencia, aquella dirigida a como me relaciono con el otro, a como escucho al compañero, como empatizo, como me expreso, como sonrio o como me situo ante el otro desde la amabilidad o desde el conflicto.
No obstante no exijamos algo que no mostramos nosotros mismo desde el hogar, desde la escuela o desde el contexto en el que vivimos. Recordemos que nosotros, con nuestros actos, somos el mayor ejemplo para nuestros jóvenes.
Y la tercera y más importante de las inteligencias, los valores humanos, valores como la generosidad, la empatía, la ecuanimidad, la bondad, la benevolencia, sin los cuales ninguna de las competencias anteriores tendrían razón de ser. Valores que permitirán que todos encontremos ese nuevo amanecer, una vida llena sentido. Donde nuestros jóvenes logren cumplir sus sueños, consigan desarrollar sus talentos, y tener voz en el mundo. Que sean capaces de crear desde la reflexión y la libertad hacia la comprensión y la solidaridad.
Un compromiso que es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros. salgamos de la queja continua y del derroche de nuestro preciado y valioso tiempo, dejemos de tirar balones fuera, dejemos de culpabilizar las instituciones y asumamos nuestro deber como personas adultas, como padre o madre, como profesor o como ciudadano para comenzar a dar pasos conscientes, sin importar el tamaño de estos, hacia la movilización educativa de nuestra sociedad. Empecemos por nosotros mismos.
Se necesita valor para crecer y convertirte en lo que realmente eres». E.E. Cumming
O como escribió Albert Einstein,
El arte supremo del maestro es despertar la alegría en la expresión creativa y el conocimiento.